Luis Carlos Vega, voluntario de inmersión de Encuentro con México en Cochoapa el Grande, Guerrero desarrolló su labor en favor del citado municipio en pobreza extrema viviendo alrededor de un año en la comunidad de Itia Thio realizando proyectos como la construcción de “La Casa del Voluntario”.
Vega compartió con nosotros significativas experiencias sobre su paso en la comunidad, su adaptación a su nuevo entorno, algunas de las dificultades que enfrentó así como ciertos aprendizajes que adquirió durante el tiempo que dedicó a la misión.
Shock cultural – Adaptación
“Antes de irme yo a vivir a Cochoapa yo nunca había ido a Cochoapa”, afirmó el voluntario de inmersión y agregó que cuando le ofrecieron el proyecto había participado de otras actividades de Encuentro con México y desde tiempo atrás hablaba en diferentes ámbitos de desarrollo comunitario y de la necesidad de actuar en bien de la personas por lo que ciegamente aceptó la propuesta.
Vega buscó no prejuzgar respecto de la situación de Cochoapa, por lo que no averiguó demasiado del municipio, aunque reconoció que sabía que era un municipio en pobreza y su intención era ir a ayudar.
Sobre su adaptación al lugar señaló que una de las cosas que aprendió desde que comenzó sus labores fue “tienes que ser el pueblo”. No obstante consideró que “ese proceso de adaptación es el proceso más largo” y que aunque se cuestionan algunas actitudes en la comunidad es necesario adaptarse.
Un paso adelante
El voluntario compartió que el momento en el que se sintió parte de la comunidad fue ya durante su segundo mes de estancia en Itia Thio.
Vega comentó que los miembros de la comunidad no creía que fuera a permanecer un largo periodo y en repetidas ocasiones le preguntaron si en realidad se quedaría. Así que un día en que estuvo solo sin su compañero, un vecino que no era de los encargados de su alimentación (fiscales) le invitó a comer a su casa.
Ese hecho le hizo sentir ya definitivamente integrado a la comunidad de Itia Thio del municipio de Cochoapa el Grande en Guerrero, poco después otros pobladores repitieron el gesto.
¿Qué valores aprendió de la comunidad?
El voluntario de inmersión señaló que los valores que asimiló de la comunidad en la que desarrolló su labor solidaria fueron el del respeto por la otra persona así como el de la responsabilidad.
En el primer caso enfatizó el hecho de que tu trabajo apoye a los otros, que tú trabajo logre su descanso y en el segundo observó como los fiscales no permitía que les faltara la comida aún cuando fueran sólo tortillas con salsa u observar como las actividades se realizaban mediante el compromiso de los habitantes de la comunidad.
Luis Carlos Vega proviene del norte del país en donde mencionó se ha formado el prejuicio de que en el sur son pobres porque no trabajan, pero lo que pudo constatar es la falta de oportunidades aunque reconoció también por otro lado que no se hace mucho para buscar mejores condiciones.
Dificultades y su resolución
Ya lo decía San Juan Berchmans S.J., “mi mayor penitencia: la vida en común.” Y parece que esta experiencia se repite a lo largo de la historia y de la vida de las personas porque nuestro voluntario descubrió la mismo.
“Lo más difícil es vivir en comunidad” dijo Luis Carlos Vega y señaló lo difícil que es vivir en un lugar que no conoces y también tener que adaptarse con la persona con la que vivirás.
“Tienes que aprender a confiar en la otra persona” indicó y reconoció que fue complicado para ambas personas (su compañero y él) pero que esas diferencias se han superado porque han madurado mutuamente. Comentó que al final los voluntarios se volvieron hermanos, pero los conflictos ocurren tal como suceden al interior de la misma familia.
Anécdotas, historias
“La experiencia más importante que me ha dejado la montaña, no fue en la montaña” señaló Luis Carlos Vega al comentar aquello que lo marcó durante el voluntariado de inmersión.
Vega indicó que la experiencia a la que hace referencia fue un cuando él ya estaba de vuelta en la Ciudad de México y consistió en que un vecino de san Pedro el Viejo, comunidad de Cochoapa el Grande, le marcó pidiéndole un consejo respecto a su hijo que se encontraba enfermo a lo que respondió de la mejor manera que pudo. Al otro día le volvió a llamar mostrándole su confianza al decirle que sabía que no lo iba a dejar porque tiene “mucho amor por el pueblo”.
El voluntario emocionado subrayó que lo poco que se puede hacer los integrantes de la comunidad “lo valoran muchísimo”.
Por otro lado compartió que durante su estancia, voluntarios, él entre ellos, sufrieron un accidente automovilístico, ya que la camioneta en la que viajaban cayó en un barranco pero al mismo tiempo fue testigo que no hubo persona en la montaña de Guerrero a la que pidieran ayuda y no les apoyara.
De esta manera pudieron llegar hasta la ciudad de Ometepec y el presiente municipal de este lugar los apoyó para que fueran atendidos en Acapulco, y todo en cuestión de horas.
Es por todo lo anterior que hace a todo voluntario que vaya por primera vez una importante recomendación.
“Que la gente vea con el corazón, si la gente puede ver con el corazón va a poder ver más allá… porque va a ver la humanidad de cada uno”. Y agregó que “si aprendemos a ver a la otra persona como ser humano podríamos ver tanto las necesidades y las riquezas” que tienen las personas que ahí viven y su mismo entorno.